No es hora de lamentar el tiempo que ya pasó.
Tampoco de silenciar la espiga que no creció,
ni el esfuerzo en el sembrar o el fruto que sí cuajo.
Es hora de sopesar si el talento se enterró,
o se regó el pedregal y la vida se entregó
y luego...quedarse en Paz porque otro cuida la
flor
y a su tiempo enviará cosecha y fruto mejor.
Es hora de agradecer la lluvia, el viento y el sol.
Hora de volver a amar la tierra que no se dio,
de volver a recrear la llamada y la ilusión
para volver a apostar por la causa y la misión.
Y seguir, en buena hora, que SIEMPRE es hora de
DIOS.